Charla realizada en la Biblioteca Nacional
a propósito del montaje “Alsino: revelación de un destino alado” que me toco
dirigir en el Teatro Nacional Chileno en Octubre de 2008. Homenaje a
mi querido amigo Cristián Wankern (La Nueva Belleza) a quien considero un Alsino de nuestro tiempo.
Hace unos años, en una noche de otoño, soñé que volaba. Fue algo así como desaparecer pero con la lucidez exquisita de dominar la altura. Mi esternón se había transformado en un timón que me permitía llegar hasta lugares infinitos. Estuve en la cima del cerro Aconcagua, después en la costa de Cartagena, más tarde en la intersección de Ahumada con huérfanos… Desde ese momento me interesé en la idea del vuelo como acto libertario.
El vuelo tiene una larga y rica trayectoria en el imaginario chileno, no sólo con Pedro Prado con su obra Alsino, sino también con Vicente Huidobro, quien nos presenta su "Altazor", considerando el vuelo como impulso ascendente que apunta a la fuerza y al viaje del alma en la vigilia y el sueño. El eje del montaje, “Alsino, revelación de un destino alado”, obra que llevé a escena en calidad de director teatral y que nos encontramos presentando en Teatro Nacional Chileno, es el inexplicable y fascinante sueño de volar que tiene un joven, quien en su intento por realizarlo, sufre poco a poco una metamorfosis inaudita: desarrolla alas transformándose en una suerte de ángel. Metáfora de la búsqueda de sentido que se plantea con gran urgencia en la etapa adolescente de la vida humana. Nuestro Alsino, es un joven soñador que tiene en su mente la utopía de volar y lo logra. Representa a nuestros hijos o alumnos y tantos otros ángeles que acompañan nuestras vidas; quienes nos permiten ver el mundo con esperanza. Y nos hacen caer en la cuenta que es posible intervenir la realidad con toques de locura. Es la subversión de los jóvenes, "quijotes" de hoy, que nos permiten estar alerta y no perder el asombro.
Mi experiencia como director de este montaje, me ha llevado a la convicción que los ángeles existen y que son los Alsinos de nuestro tiempo. Es difícil hablar de ellos porque es como destruirlos. La única forma de mencionarlos es a través de la magia, porque tal vez es el único lenguaje que pueda auscultar su presencia en la tierra. Después de muchas experiencias inexplicables he terminado pensando que hay muchos “Alsinos” que nos acompañan. No hacen milagros, ni intervenciones espectaculares. Los “Alsinos” trabajan en los recodos y sobre los hombros, sobre todo ahí. Acercan su cabeza cuando siente un peso encima o una situación sin salida. Algo cambia entonces. Los “Alsinos” no aparecen, pero están con nosotros. Acompañan a hombres desamparados de los sistemas de salud, el transantiago y la inflación. Los “Alsinos” están en todas partes, estuvieron junto a los detenidos-desaparecidos, están en Irak, estuvieron en el holocausto, están en la población la Victoria, en la Villa Frei, en Chaitén y en Futaleifú. Cuando Chile mire a sus “Alsinos” y deje sus lugares comunes, a lo mejor cambia la historia. No hay que confundir a los “Alsinos” con teologías, ni religiones o morales.
Los “Alsinos” son la espiritualidad máxima, y por eso mismo son los más grandes amantes de la materia. Se emocionan con la espalda de una mujer, con la sonrisa de un orgasmo, con el vaho de un espejo y una taza de café. Los “Alsinos” han llegado a la tierra y esto ya es noticia atrasada. Hombres comunes, grises, funcionarios de grandes ciudades, han sido tocados por su gracia. La lista de hombres y mujeres que han sido asistidos por “Alsinos” es larga, pero no infinita. Hay obras que no las pudo haber hecho el hombre solo, obras que escapan al destino mezquino y doméstico de sus autores: barcos, instrumentos, composiciones musicales, puentes… Esto y mucho más han sido “tocados” por “Alsinos”. ¿Cómo se reconoce a aquel o aquella que ha tenido a su lado un “Alsino”? Casi no hay pruebas. Desde luego, nada tangible. Son ciertos gestos, la mirada, la manera de enfrentar el mundo, la palidez de la piel... Los “Alsinos” siempre están ahí, incluso en los peores momentos, en los escombros de la guerra y en las ciudades sin oxígeno. ¿Cuantos “Alsinos” hay en el mundo? Es imposible saberlo. Solo sé que hay “Alsinos” que tienen a su cargo 50 seres humanos. Otros “marcan” a un solo hombre. Cuando me asome al espejo, lo empañe con mi vaho y me deje llevar por la tristeza, pensaré que mi “Alsino” me espera al otro lado de la cuerda y desde ahí emprenderé el vuelo para alcanzarlo.
(“Alsino: Revelación de un destino alado” obtuvo el Premio APES al mejor montaje teatral 2008, otorgado por la Asociación de Periodistas de Espectáculos de Chile).
El vuelo tiene una larga y rica trayectoria en el imaginario chileno, no sólo con Pedro Prado con su obra Alsino, sino también con Vicente Huidobro, quien nos presenta su "Altazor", considerando el vuelo como impulso ascendente que apunta a la fuerza y al viaje del alma en la vigilia y el sueño. El eje del montaje, “Alsino, revelación de un destino alado”, obra que llevé a escena en calidad de director teatral y que nos encontramos presentando en Teatro Nacional Chileno, es el inexplicable y fascinante sueño de volar que tiene un joven, quien en su intento por realizarlo, sufre poco a poco una metamorfosis inaudita: desarrolla alas transformándose en una suerte de ángel. Metáfora de la búsqueda de sentido que se plantea con gran urgencia en la etapa adolescente de la vida humana. Nuestro Alsino, es un joven soñador que tiene en su mente la utopía de volar y lo logra. Representa a nuestros hijos o alumnos y tantos otros ángeles que acompañan nuestras vidas; quienes nos permiten ver el mundo con esperanza. Y nos hacen caer en la cuenta que es posible intervenir la realidad con toques de locura. Es la subversión de los jóvenes, "quijotes" de hoy, que nos permiten estar alerta y no perder el asombro.
Mi experiencia como director de este montaje, me ha llevado a la convicción que los ángeles existen y que son los Alsinos de nuestro tiempo. Es difícil hablar de ellos porque es como destruirlos. La única forma de mencionarlos es a través de la magia, porque tal vez es el único lenguaje que pueda auscultar su presencia en la tierra. Después de muchas experiencias inexplicables he terminado pensando que hay muchos “Alsinos” que nos acompañan. No hacen milagros, ni intervenciones espectaculares. Los “Alsinos” trabajan en los recodos y sobre los hombros, sobre todo ahí. Acercan su cabeza cuando siente un peso encima o una situación sin salida. Algo cambia entonces. Los “Alsinos” no aparecen, pero están con nosotros. Acompañan a hombres desamparados de los sistemas de salud, el transantiago y la inflación. Los “Alsinos” están en todas partes, estuvieron junto a los detenidos-desaparecidos, están en Irak, estuvieron en el holocausto, están en la población la Victoria, en la Villa Frei, en Chaitén y en Futaleifú. Cuando Chile mire a sus “Alsinos” y deje sus lugares comunes, a lo mejor cambia la historia. No hay que confundir a los “Alsinos” con teologías, ni religiones o morales.
Los “Alsinos” son la espiritualidad máxima, y por eso mismo son los más grandes amantes de la materia. Se emocionan con la espalda de una mujer, con la sonrisa de un orgasmo, con el vaho de un espejo y una taza de café. Los “Alsinos” han llegado a la tierra y esto ya es noticia atrasada. Hombres comunes, grises, funcionarios de grandes ciudades, han sido tocados por su gracia. La lista de hombres y mujeres que han sido asistidos por “Alsinos” es larga, pero no infinita. Hay obras que no las pudo haber hecho el hombre solo, obras que escapan al destino mezquino y doméstico de sus autores: barcos, instrumentos, composiciones musicales, puentes… Esto y mucho más han sido “tocados” por “Alsinos”. ¿Cómo se reconoce a aquel o aquella que ha tenido a su lado un “Alsino”? Casi no hay pruebas. Desde luego, nada tangible. Son ciertos gestos, la mirada, la manera de enfrentar el mundo, la palidez de la piel... Los “Alsinos” siempre están ahí, incluso en los peores momentos, en los escombros de la guerra y en las ciudades sin oxígeno. ¿Cuantos “Alsinos” hay en el mundo? Es imposible saberlo. Solo sé que hay “Alsinos” que tienen a su cargo 50 seres humanos. Otros “marcan” a un solo hombre. Cuando me asome al espejo, lo empañe con mi vaho y me deje llevar por la tristeza, pensaré que mi “Alsino” me espera al otro lado de la cuerda y desde ahí emprenderé el vuelo para alcanzarlo.
(“Alsino: Revelación de un destino alado” obtuvo el Premio APES al mejor montaje teatral 2008, otorgado por la Asociación de Periodistas de Espectáculos de Chile).
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