martes, 9 de octubre de 2012

DEJAR DE VIVIR COMO REPTILES PARA TRANSFORMARSE EN PÁJAROS




(Palabras para el prólogo de la obra “Soy mares y ciudades”
de Alberto Kurapel)


"El gran misterio no es que hayamos sido arrojados al azar entre esta profusión de materia y estrellas, sino que seamos capaces de dibujar, desde nuestra cárcel, desde nuestro yo, imágenes lo bastante poderosas para negar nuestra insignificancia..."



André Malraux en "La condición humana"


Un pequeño dinosaurio, el Sinovenator Changüí de 130.000.000 años de antigüedad, fue descubierto por un equipo de paleontólogos chinos; pequeña gran bestia bípeda y carnívora que con sus grandes ojos fijos, es reflejo de nuestro incompleto conocimiento de la historia evolutiva. El Sinovenator sería la pieza clave del punto de progresión donde se habría producido la división entre reptiles y aves. Dos clases de animales en las que, paradojalmente, podríamos ver reflejado nuestro comportamiento humano. Si se me permite la analogía es la experiencia educativa del ser humano que implica dejar de vivir como reptiles para vivir como lo hacen los pájaros.

Tengo el recuerdo de una conversación que tuve, en una clase con el profesor Kurapel en el Magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile, acerca de los cambios paradigmáticos en la historia del hombre. ¿Qué produce el quiebre entre lo que vivimos en ciertos momentos y los saltos hacia nuevas dimensiones?

Mucho tiene que ver con la mirada holística de algunos artistas como él que transforman el mundo real en nuevas realidades. Acto maravilloso que comunica la posibilidad de un futuro que aún no existe y que luego tomará forma a través de una obra de arte.

Hoy, cuando me enfrento a la presentación de la obra “Soy mares y ciudades”, escrita por este hombre de teatro, creo estar presente ante una creación artística trascendente que cristaliza ideas originales que nos permiten ampliar nuestra capacidad de percepción del mundo, teniendo en su esencia, un germen transgresor que nos abre la mirada hacia nuevos horizontes estéticos. Estas semillas de trabajos performáticos se transformarán en diversos lenguajes de acciones, energías, flujos paralelos de información y corrientes opuestas al devenir normal de la lógica aristotélica.

Alberto Kurapel produce una interesante interpelación al espectador para que realice diversos ejercicios de desmantelamiento al sentido originario de los espacios propuestos; por ejemplo la obra Megápolis donde nos sitúa en una ciudad-basural que se transforma en una sala de clases universitaria o un centro de tortura, en la que intervienen diversos medios de comunicación no perdiendo jamás la conexión entre éstos, creando muchas veces la prolongación o el antecedente de la acción performativa. En el cine de esta obra (en blanco y negro), se ven diversas secuencias del film M de Fritz Lang, donde en una ciudad tétrica un hombre va asesinando mujeres adolescentes. O el encuentro de la pareja de ”Vuelos Irreversibles” especie de Adán y Eva a la deriva a orillas de un océano que desprende todas las crueldades de la sociedad actual. Los personajes: Daniel e Hilda, van buscando a través de un diálogo (profundo poema), su existencia arrebatada. En sus recuerdos, en su cotidianidad, imperceptiblemente uno toma la voz del otro, transformándose en ese ser que tiene al lado, a veces Hilda es Daniel, Daniel es Hilda. ¿Es que en la muerte abyecta  existe el Otro? Es ese proceso de la alteridad que Kurapel remueve los cimientos de la identidad maniqueísta y obtusa.

Estos textos son la carta de navegación para iniciar un proceso de escenificación a partir de las ideas propuesta por el autor. Asistimos así, al desmontaje de la estructura de una teatralidad tradicional. Estamos en presencia de dispositivos pensantes, ordenadores de sistemas escénicos desconstructivos y lúdicos.  Estas son formas de aproximación a teatralidades que cuestionan la naturaleza misma del teatro: efímeras, flexibles y metafóricas, que dan cuenta del dislocado mundo contemporáneo.

Estos textos son la recuperación de aquellos elementos primogénitos de la esencia del fenómeno teatral. Estamos frente a la cristalización y presencia de una escritura palimpséstica.

Para entender más cabalmente esta acción dramatúrgica, quisiera referirme al concepto de identidad que ha acuñado el profesor Pedro Morandé, (sociólogo de la Universidad Católica), en algunos de sus trabajos teóricos donde hace mención dos grandes tendencias filosóficas en tensión: la escritura y oralidad. Este no es solo un problema de instrumento del saber sino una hipótesis enteramente distinta del ser sujeto. Se trata más específicamente, de un estilo distinto de presencia en el mundo y en la historia.

En la primera, la escritura, determina la identidad a partir del hombre enfrentado con el argumento, representado por la ley y por las normas. La cultura escrita sitúa al sujeto ante el texto “universal” desde el cual puede cavilar y criticar su propia experiencia.

En cambio la segunda tendencia, la oralidad, tiene relación con la filosofía definida por la pertenencia y la participación.

En esta perspectiva de análisis, Alberto Kurapel con sus obras, y más específicamente con su proyección hacia las puestas en escenas, investiga en la recuperación del enfoque oral perdido del teatro. De ahí que se haga vital la necesidad del elemento performático, el cual tiene en su esencia la presencia originaria del diálogo, el gesto, la formación de una nueva poética actoral  y los espacios de encuentro; puntos de vital presencia del otro.

Esta oralidad de Kurapel va más allá de la palabra, construyendo un lenguaje teatral escénico-performático donde se imbrican la obra abierta y la obra cerrada, la función atópica y el espacio acotado, la mezcla de las artes mayores y menores, la valoración de cada signo y la jerarquía del movimiento o la palabra, la artificialidad, lo solitario y lo colectivo. Esto lo constatamos fehacientemente en “Persistencias”, tragedia contemporánea que postula la imposibilidad de abolir una injusticia, sin las muertes y las masacres acostumbradas, terminando cuando se tiene la ocasión, por ocupar y ejercer la oralidad (acción, conducta) del poder que tanto se combatió. Pérdida de la pertenencia mnemónica y de la relación social transversal, lucha de oralidades que se transforman en soliloquios que van tiñendo los signos espaciales, tergiversando el origen del referente que impulsó la acción primigenia.

Hermo (el hermafrodita de Persistencias), lo dice:

“Sí,
HOY tienes razón
porque son las armas asesinas,
las que se requieren para vencer,
mañana será el arribismo 
y cuando este tirano caiga
y aún no lo devoren las larvas y los gusanos, 
todos olvidarán
y olvidarán
estos horrorosos/hermosos días de sufrimiento,
todo se olvidará
y el olvido hará recomenzar
esta misma situación absurda.

Y se morirá y se  nacerá
y  unos confundirán el morir con el nacer
y los otros el nacer con el castigo.”

Vemos además, como Kurapel nos sitúa en el meollo de la sociedad contemporánea que se debate entre la ilusión y la realidad, y en la que muchas veces la ilusión resulta más real que la realidad misma. Esto, indiscutiblemente, se percibe en la obra “ Soy también tu caridad”, donde un personaje cansado de “lo real”, prefiere dirigir sus acciones hacia entes artificiales para poder así excitar sus sentidos primarios ligados exclusivamente a la realidad.

Como dice Baudrillard en “Los exiliados del Diálogo”: “Los conceptos de los primeros tiempos todavía pertenecen al lenguaje convencional, al repertorio habitual de las disciplinas en boga: antropología, semiología, psicoanálisis..., pero con la exigencia de desconstruirlos. O más bien, no de descontruirlos, sino de llevar los términos al límite, someterlos a la prueba del vacío. Hacer que se descalifiquen por sí solos para abrir otros desafíos. Aparecen entonces el simulacro, la seducción, lo hiper-real, lo fatal: términos que no se substituyen unos a otros sino que se suceden y se desarrollan en una especie de espiral.  De todos modos, el lenguaje teórico deja de ser conceptual y la forma misma se convierte en un reto a la significación objetiva”. Esto es precisamente el núcleo del teatro de Alberto Kurapel.    

Todas sus obras, indagan necesariamente los espacios de encuentros, del nombrar y ser nombrados, otro elemento constituyente de la cultura oral.

En “Virgen Perversa del Salar”, Kurapel crea a partir del cuestionamiento profundo de un ritual arraigado en el Norte de Chile. No en vano hace comenzar  la obra con los sones de Sambos Caporales, signo de la transculturación de la sonoridad del Carnaval de Oruro y la Fiesta de la Tirana al interior de Iquique, en la pampa del Tamarugal; debemos decir que este baile de origen afroportugués, es junto a las diabladas, uno de los más populares, corresponde a una sátira a los capataces de la industria azucarera, lo que explica la utilización de látigos, grandes botas, anchos sombreros doblados hacia arriba en un costado y de pitos para marcar los pasos y saltos. 

Es conmovedor ver como Kurapel, a partir de una tradición local, logra la universalización de las vivencias  que cada ser humano lleva en su interior, traspasando todas las fronteras a partir de las fronteras. En esta obra los personajes van traspasando los Tiempos. Comienzan en la época actual, (Promesante y Virgen), para luego situarse ambos, sin transición, en un destierro que ellos mismos no comprenden. Al trasladarse de tiempo pierden su espacio y la conciencia de sí mismos, para luego ir aún más atrás, llegando a los orígenes mismos de esta tradición que cuenta que en los años 1.500,  Diego de Almagro toma prisioneros a Paullo Tupac príncipe de los Incas y a Huillac Huma distinguido sacerdote que rendía culto al sol con su hija la bella Ñusta Huillac. A la altura de Pica, la joven de alrededor veinte años, logra huir con un grupo de sus servidores al bosque de Tamarugos, donde organiza la resistencia contra los españoles.

Cuenta la leyenda que con el correr del tiempo esta joven se enamora de un prisionero de origen portugués llamado Vasco de Almeida, “católico” que la convierte. La resistencia al darse cuenta, los acribilla en el preciso momento en que la Ñusta abrazada a su amante, se ha convertido al catolicismo.

Kurapel coloca esta situación en la obra hurgando, cuestionando implícitamente en la transposición arbitraria y el usufructo de esta leyenda en feroz beneficio de una religión determinada.

Casi todos los constructos propuestos por el artista, están definidos desde la presencia de espacios sagrados, rituales y de celebración. Podríamos decir que las representaciones de estas obras deberían ser actos experienciales de presencia en espacios trascendentes. Por lo tanto la labor de los directores teatrales, que quisieran escenificar estas obras, sería el descubrir las claves diacrónicas referenciales y metateatrales que se encuentran en estos textos para crear dispositivos performáticos en pos de hacer más vital la experiencia teatral de encuentro entre los actores y los espectadores. 

Es por eso que me hace sentido el proceso evolutivo del pequeño dinosaurio Sinovenator del cual hacía mención Alberto Kurapel en alguna de sus clases, ya que con su transgesora y visionaria dramaturgia interdisciplinaria, es posible dejar de ser reptiles para emprender el vuelo como lo hacen los pájaros.


Santiago, 27 de noviembre de 2007.

Claudio Pueller Barría: Subdirector Ejecutivo de Corporación Cultural Balmaceda Arte Joven

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