(Palabras para el prólogo de la obra “Soy mares y
ciudades”
de Alberto Kurapel)
"El
gran misterio no es que hayamos sido arrojados al azar entre esta profusión de
materia y estrellas, sino que seamos capaces de dibujar, desde nuestra cárcel,
desde nuestro yo, imágenes lo bastante poderosas para negar nuestra
insignificancia..."
André
Malraux en "La condición humana"
Un pequeño
dinosaurio, el Sinovenator Changüí de 130.000.000 años de antigüedad, fue
descubierto por un equipo de paleontólogos chinos; pequeña gran bestia bípeda y
carnívora que con sus grandes ojos fijos, es reflejo de nuestro incompleto
conocimiento de la historia evolutiva. El Sinovenator sería la pieza clave del
punto de progresión donde se habría producido la división entre reptiles y
aves. Dos clases de animales en las que, paradojalmente, podríamos ver reflejado
nuestro comportamiento humano. Si se me permite la analogía es la experiencia
educativa del ser humano que implica dejar de vivir como reptiles para vivir
como lo hacen los pájaros.
Tengo el
recuerdo de una conversación que tuve, en una clase con el profesor Kurapel en
el Magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile, acerca de los
cambios paradigmáticos en la historia del hombre. ¿Qué produce el quiebre entre
lo que vivimos en ciertos momentos y los saltos hacia nuevas dimensiones?
Mucho tiene que
ver con la mirada holística de algunos artistas como él que transforman
el mundo real en nuevas realidades. Acto maravilloso que comunica la
posibilidad de un futuro que aún no existe y que luego tomará forma a través de
una obra de arte.
Hoy, cuando me
enfrento a la presentación de la obra “Soy mares y ciudades”, escrita por este
hombre de teatro, creo estar presente ante una creación artística trascendente
que cristaliza ideas originales que nos permiten ampliar nuestra capacidad de percepción del
mundo, teniendo en su esencia, un germen transgresor que nos abre la mirada
hacia nuevos horizontes estéticos. Estas semillas de trabajos performáticos se
transformarán en diversos lenguajes de acciones, energías, flujos paralelos de
información y corrientes opuestas al devenir normal de la lógica aristotélica.
Alberto Kurapel
produce una interesante interpelación al espectador para que realice diversos
ejercicios de desmantelamiento al sentido originario de los espacios
propuestos; por ejemplo la obra Megápolis donde nos sitúa en una ciudad-basural
que se transforma en una sala de clases universitaria o un centro de tortura,
en la que intervienen diversos medios de comunicación no perdiendo jamás la
conexión entre éstos, creando muchas veces la prolongación o el antecedente de
la acción performativa. En el cine de esta obra (en blanco y negro), se ven
diversas secuencias del film M de Fritz Lang, donde en una ciudad tétrica un
hombre va asesinando mujeres adolescentes. O el
encuentro de la
pareja de ”Vuelos Irreversibles” especie de Adán y Eva a la deriva a orillas de
un océano que desprende todas las crueldades de la sociedad actual. Los
personajes: Daniel e Hilda, van buscando a través de un diálogo (profundo
poema), su existencia arrebatada. En sus recuerdos, en su cotidianidad,
imperceptiblemente uno toma la voz del otro, transformándose en ese ser
que tiene al lado, a veces Hilda es Daniel, Daniel es Hilda. ¿Es que en la
muerte abyecta existe el Otro? Es ese
proceso de la alteridad que Kurapel remueve los cimientos de la identidad
maniqueísta y obtusa.
Estos textos son la carta de navegación para iniciar un proceso de
escenificación a partir de las ideas propuesta por el autor. Asistimos así, al
desmontaje de la estructura de una teatralidad tradicional. Estamos en
presencia de dispositivos pensantes, ordenadores de sistemas escénicos
desconstructivos y lúdicos. Estas son formas de aproximación a
teatralidades que cuestionan la naturaleza misma del teatro: efímeras,
flexibles y metafóricas, que dan cuenta del dislocado mundo contemporáneo.
Estos
textos son la recuperación de aquellos elementos primogénitos de la esencia del
fenómeno teatral. Estamos frente a la cristalización y presencia de una
escritura palimpséstica.
Para entender más
cabalmente esta acción dramatúrgica, quisiera referirme al concepto de
identidad que ha acuñado el profesor Pedro Morandé, (sociólogo de la
Universidad Católica), en algunos de sus trabajos teóricos donde hace mención
dos grandes tendencias filosóficas en tensión: la escritura y oralidad. Este no
es solo un problema de instrumento del saber sino una hipótesis enteramente
distinta del ser sujeto. Se trata más específicamente, de un estilo distinto de
presencia en el mundo y en la historia.
En la primera,
la escritura, determina la identidad a partir del hombre enfrentado con el
argumento, representado por la ley y por las normas. La cultura escrita sitúa
al sujeto ante el texto “universal” desde el cual puede cavilar y criticar su
propia experiencia.
En cambio la
segunda tendencia, la oralidad, tiene relación con la filosofía definida por la
pertenencia y la participación.
En esta
perspectiva de análisis, Alberto Kurapel con sus obras, y más específicamente
con su proyección hacia las puestas en escenas, investiga en la recuperación
del enfoque oral perdido del teatro. De ahí que se haga vital la necesidad del
elemento performático, el cual tiene en su esencia la presencia originaria del
diálogo, el gesto, la formación de una nueva poética actoral y los espacios de encuentro; puntos de vital
presencia del otro.
Esta oralidad de
Kurapel va más allá de la palabra, construyendo un lenguaje teatral
escénico-performático donde se imbrican la obra abierta y la obra cerrada, la
función atópica y el espacio acotado, la mezcla de las artes mayores y menores,
la valoración de cada signo y la jerarquía del movimiento o la palabra, la
artificialidad, lo solitario y lo colectivo. Esto lo constatamos
fehacientemente en “Persistencias”, tragedia contemporánea que postula la
imposibilidad de abolir una injusticia, sin las muertes y las masacres
acostumbradas, terminando cuando se tiene la ocasión, por ocupar y ejercer la
oralidad (acción, conducta) del poder que tanto se combatió. Pérdida de la
pertenencia mnemónica y de la relación social transversal, lucha de oralidades
que se transforman en soliloquios que van tiñendo los signos espaciales,
tergiversando el origen del referente que impulsó la acción primigenia.
Hermo (el hermafrodita de Persistencias),
lo dice:
“Sí,
sí
sí
sí
sí
sí
sí
sí
sí
sí
HOY
tienes razón
porque
son las armas asesinas,
las
que se requieren para vencer,
mañana
será el arribismo
y cuando este tirano caiga
y aún no lo devoren las
larvas y los gusanos,
todos olvidarán
y olvidarán
estos horrorosos/hermosos
días de sufrimiento,
todo se olvidará
y el olvido hará recomenzar
esta misma situación
absurda.
Y se morirá y se nacerá
y unos confundirán el morir con el nacer
y los otros el nacer con el
castigo.”
Vemos además,
como Kurapel nos sitúa en el meollo de la sociedad contemporánea que se debate
entre la ilusión y la realidad, y en la que muchas veces la ilusión resulta más
real que la realidad misma. Esto, indiscutiblemente, se percibe en la obra “
Soy también tu caridad”, donde un personaje cansado de “lo real”, prefiere
dirigir sus acciones hacia entes artificiales para poder así excitar sus
sentidos primarios ligados exclusivamente a la realidad.
Como
dice Baudrillard en “Los exiliados del Diálogo”: “Los conceptos de los primeros
tiempos todavía pertenecen al lenguaje convencional, al repertorio habitual de
las disciplinas en boga: antropología, semiología, psicoanálisis..., pero con
la exigencia de desconstruirlos. O más bien, no de descontruirlos, sino de
llevar los términos al límite, someterlos a la prueba del vacío. Hacer que se
descalifiquen por sí solos para abrir otros desafíos. Aparecen entonces el
simulacro, la seducción, lo hiper-real, lo fatal: términos que no se
substituyen unos a otros sino que se suceden y se desarrollan en una especie de
espiral. De todos modos, el lenguaje
teórico deja de ser conceptual y la forma misma se convierte en un reto a la
significación objetiva”. Esto es precisamente el núcleo del teatro de Alberto
Kurapel.
Todas sus obras,
indagan necesariamente los espacios de encuentros, del nombrar y ser nombrados,
otro elemento constituyente de la cultura oral.
En
“Virgen Perversa del Salar”, Kurapel crea a partir del cuestionamiento profundo
de un ritual arraigado en el Norte de Chile. No en vano hace comenzar la obra con los sones de Sambos Caporales,
signo de la transculturación de la sonoridad del Carnaval de Oruro y la Fiesta
de la Tirana al interior de Iquique, en la pampa del Tamarugal; debemos decir
que este baile de origen afroportugués, es junto a las diabladas, uno de los
más populares, corresponde a una sátira a los capataces de la industria
azucarera, lo que explica la utilización de látigos, grandes botas, anchos
sombreros doblados hacia arriba en un costado y de pitos para marcar los pasos
y saltos.
Es conmovedor
ver como Kurapel, a partir de una tradición local, logra la universalización de
las vivencias que cada ser humano lleva
en su interior, traspasando todas las fronteras a partir de las fronteras. En
esta obra los personajes van traspasando los Tiempos. Comienzan en la época
actual, (Promesante y Virgen), para luego situarse ambos, sin transición, en un
destierro que ellos mismos no comprenden. Al trasladarse de tiempo pierden su
espacio y la conciencia de sí mismos, para luego ir aún más atrás, llegando a
los orígenes mismos de esta tradición que cuenta que en los años 1.500, Diego de
Almagro toma prisioneros a Paullo Tupac príncipe de los Incas y a Huillac Huma
distinguido sacerdote que rendía culto al sol con su hija la bella Ñusta
Huillac. A la altura de Pica, la joven de alrededor veinte años, logra huir con
un grupo de sus servidores al bosque de Tamarugos, donde organiza la
resistencia contra los españoles.
Cuenta la
leyenda que con el correr del tiempo esta joven se enamora de un prisionero de
origen portugués llamado Vasco de Almeida, “católico” que la convierte. La
resistencia al darse cuenta, los acribilla en el preciso momento en que la
Ñusta abrazada a su amante, se ha convertido al catolicismo.
Kurapel coloca
esta situación en la obra hurgando, cuestionando implícitamente en la
transposición arbitraria y el usufructo de esta leyenda en feroz beneficio de
una religión determinada.
Casi todos los
constructos propuestos por el artista, están definidos desde la presencia de
espacios sagrados, rituales y de celebración. Podríamos decir que las
representaciones de estas obras deberían ser actos experienciales de presencia
en espacios trascendentes. Por lo tanto la labor de los directores teatrales, que
quisieran escenificar estas obras, sería el descubrir las claves diacrónicas
referenciales y metateatrales que se encuentran en estos textos para crear
dispositivos performáticos en pos de hacer más vital la experiencia teatral de
encuentro entre los actores y los espectadores.
Es por eso que
me hace sentido el proceso evolutivo del pequeño dinosaurio Sinovenator del
cual hacía mención Alberto Kurapel en alguna de sus clases, ya que con su
transgesora y visionaria dramaturgia interdisciplinaria, es posible dejar de
ser reptiles para emprender el vuelo como lo hacen los pájaros.
Santiago, 27 de
noviembre de 2007.
Claudio
Pueller Barría: Subdirector Ejecutivo de Corporación Cultural Balmaceda Arte
Joven
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