martes, 9 de octubre de 2012

ÉXODO, HACIA EL NUEVO ORDEN



Hace unos años tuve la suerte, gracias a Paulina Urrutia, connotada actriz y hoy Ministra de la Cultura, de conocer a Héctor Álvarez, taumaturgo emergente de la cuarta región. 

Desde ese momento he podido acompañarlo en algunos de los procesos de escritura y montaje de sus obras. Cada vez que Héctor, con pudor, compartió conmigo sus escritos, fui cayendo en la cuenta que estaba en presencia de un artista con ilimitada potencialidades creativas. Y en particular cuando seguí de cerca el proceso de montaje de la obra “El Éxodo de la Luna” reconocí en él su capacidad intuitiva y cuestionadora, que nos obliga a cambia de posición como observadores, forzándonos hacia una apertura de la conciencia y a una revisión analítica de los significados ocultos de la realidad. Tres mujeres, expulsadas de la sociedad, caminan en búsqueda de una tierra prometida. Dándose entre Moira y Safo una lucha descarnada por el amor de Lilith. Hay una alusión, por parte del autor a la sagrada escritura, donde podemos reconocer a la primera pareja creada por Dios, Adán y Eva. Constituyéndose en el principio de la raza humana. “El Éxodo de la Luna” es la revisita a este importante mito de la creación. 

Recordemos que Lilith es un controvertido personaje de la mitología cristiana. Según la historia es la primera mujer que Dios creo como compañera de Adán, y a diferencia de Eva, la creo del mismo barro del que creo a Adán. Pero Lilith no estaba dispuesta a ser simplemente la concubina de Adán, por lo que, por propia voluntad, abandono el Paraíso y fue a convivir con los demonios con quienes tuvo una gran prole de hijos monstruosos. Para intentar introducirse en un análisis de las relaciones de los personajes, tomaré un esquema que es útil para determinar, desde un punto de vista psicológico, las funciones de los miembros de la familia: El padre, la madre y los hijos. En el caso de “Éxodo…” podríamos decir que tanto Safo, Moira y Lilith van a variar el “juego” de sus roles de esta tríada según las demandas de las situaciones de las escenas. Este esquema de relaciones, procedentes de corrientes nacidas en Freud y complejizadas por la fenomenología, se ha denominado como “Triada Estructural”, que es una prolongación del triángulo biológico necesario para la gestación del ser. 

De acuerdo a esta proposición teórica, cada miembro de este triángulo cumple y representa funciones determinadas.[2] El padre se identifica con el odiado rival del niño. Es la persona que impide la realización del deseo incestuoso del niño hacia la madre, bajo la pena de castración. De acuerdo al comportamiento de Moira, en variados momentos de la obra, podríamos decir que con su presencia terciadora impide la fusión del “niño” (Lilith), con la “madre”, en este caso Safo, de acuerdo a esta interpretación, cumpliría esta función. Esta fusión, en último término, significaría una vuelta a la nada. De acuerdo a esta teoría el padre es quien aporta el lenguaje (“el padre da el nombre y la identificación del primogénito”). Al dar al niño un nombre distinto al de la madre, inaugura el lenguaje, condición esencial de la existencia humana. El rol del padre siempre va a estar presente, en el peor de los casos como una referencia. Y esta presencia, real o virtual, sería fundamentalmente para evitar la persistencia del niño en la unión dual con la madre, en definitiva evitaría el incesto. 

En otros momentos de la obra Moira, cambia su rol relacional convirtiéndose en la “madre”, representada por el inconsciente colectivo, como en las sociedades primitivas que aparece la madre del lado de la naturaleza, como la fecundidad que alimenta y protege, mientras que el padre (Safo) es identificado con el polo contrario: el juego, la norma, el rigor y en último término, la cultura. Hay un momento ejemplar en la obra donde vemos una escena entre Miora y Lilith quienes se comunican sin lenguaje, solo con mirada, gestos y sonrisas. Es cuando aparece en escena Safo intentando reponer su apasionado pasado con Lilith. 

Toda esa cuantía de amor que da la madre al niño, llamada por algunos psicólogos “reserva de cariño”, es considerada fundamental para el desarrollo futuro, es una reserva transmitida en forma no verbal, sin requerir palabra alguna. El amor, en general, usa poco de palabras y su repertorio es muy escaso. El rol de la madre en el reino animal se extiende solo durante la indefensión de la cría, mientras el rol del padre simplemente no existe. Es lo que sucede en las primeras escenas de la obra, cuando Moira establecer con todo su esplendor sus directrices matriarcales. En el reino animal no existe la prohibición del incesto ni tampoco el rol de padre, en consecuencia, los animales carecen de lenguaje y de formas complejas de socialización. Ahora bien, si utilizamos estos antecedentes para establecer un esquema de relaciones entre los personajes de “Exodo...”, podemos decir que en este comportamiento triádico, se sustenta el equilibrio de la narración escénica. Cuando los personajes dejan de cumplir su rol terciador, se produce el término del conflicto y con ello la desaparición del triángulo anteriormente mencionado. 

Esto nos hace pensar que solo en el triángulo está la vida, en la tríada. Este es un esquema vital en las relaciones humanas. Es por eso que al desaparecer la Moira en esta relación fundamental, Lilith llama a la formación de una nueva sociedad, con un nuevo orden y con nuevos paradigmas. “...propongo un nuevo advenimiento, mediante una alianza fraternal. …Haremos la reforma a la contrarreforma, sin trinidades dictatoriales, cambiaremos los tiempos, las leyes impuestas, seremos la nueva institución…dejaremos que vuelva la serpiente, revindicáremos su nombre, que venga, que venga, con su sabiduría dormida, que exprese su equilibrio por doquier, que nadie la señale, ni la apunten, que venga la diosa de las flores, que traiga su aroma y los nuevos átomos giren en redondo, el sagrado ciclo, que el ojo de la creadora componga el nuevo universo…somos nosotras…nosotras…”[3] Es tal vez esta nueva sociedad, (que está por venir), debería considerar que la “Santa Iglesia corrija algunas erratas de las piedras de Moisés. 

El sexto mandamiento debería ordenar: ´Festejarás el cuerpo´. Y el noveno, que desconfía del deseo, lo declare sagrado.” Donde “…Todos los penitentes sean celebrantes, y no haya noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero."[4] 

Santiago, 12 de enero de 2009. 

[1] Director teatral, actor (Universidad Católica), Licenciado en Estética (Universidad Católica) y egresado de Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral (Universidad de Chile). Ha centrado su trabajo artístico en la búsqueda de lenguajes escénicos que permitan reflexionar acerca de la identidad de nuestro continente, en soportes plausibles y autogestionados. 
En la actualidad es Subdirector Ejecutivo de la Corporación Cultural Balmaceda Arte Joven, y profesor del Magíster en Artes con mención en Dirección Teatral en la Universidad de Chile. [2] Referencia al texto del psiquiatra chileno Otto Dorr: “La verdad como fundamento de la Patria". [3] Texto de Lilith en diálogo con Safo al finalizar la obra “El Éxodo de la Luna”. [4] “Derecho a Soñar” de Eduardo Galeano, del libro “Espejos. Una historia casi universal”. Ed. Siglo XXI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario