Era tal vez la última noche que permanecería en la Torre de Villa Grimaldi. Ya
reventado por la tortura y los golpes de corriente, tuvo la certeza que estaba
a punto de alcanzar una de las estrellas que podía ver a través de una rendija
de la ventana. Y en medio de la oscuridad, estiró su cuerpo como si fuera un
delfín a punto de dar un salto. Fue algo así como un acto de trance mágico que
le permitió sentir que, desde algún punto de la cuidad, su amada compañera le acariciaba
el cuello. Recordó aquella canción que en algún momento escucharon juntos por
la radio y comenzó a silbarla con todas sus fuerzas “Como una sonrisa, eres tú,
eres tú... Como lluvia fresca en mis manos…”.
El no sabía que en otro receptáculo de la misma torre, permanecía prisionera también su amada. Y como una misteriosa clave de vida, ella escuchó el silbido de él. Removida por una luz de esperanza, intentó silbar el mismo canto de su amado para señalarle que estaba viva, pero los golpes y tortura en sus labios se lo hicieron imposible. Pero no cesó en su intento y comenzó a cantar… primero en susurros, luego más fuerte, mas tarde transformándose en grito desgarrado. “Como una promesa eres tu, eres tu. Como una mañana de verano. Como una sonrisa eres tú, eres tú, así, eres tu…”
A la distancia, en medio de la oscuridad de la noche y los sollozos de los demás prisioneros, los amantes, (como Romeo y Julieta), se abrazaron y se dieron un apasionado beso de despedida.
(Esta historia es verídica. Es el último gesto de amor de un detenido desaparecido y hacia una sobreviviente de la dictadura milita que siempre estará en la memoria de sus compañeros y amigos.) "
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