En el último censo hay un dato espeluznante. ¡Nos faltan 300.00 niños! Hay exactamente 301.559 niños menos que hace diez años. Mientras la población total de Chile creció un 13 por ciento en 10 años, los niños de entre 0 a 4 años decrecieron un 20 por ciento. Si a esto le agregamos que este grupo debería haber aumentado al menos al mismo ritmo que la población total, el déficit es tener mucho mayor, casi 500.00 niños menos si quisiéramos mantener la proporción de población infantil.
Una ciudad
de niños que se esfumaron, que no están, que se nos perdieron en algún recodo
de la modernidad, del desarrollo, de este progreso prodigioso. Claro debemos
reconocer que hay avances: tenemos más refrigeradores, más teléfonos, más
automóviles, pero tenemos menos niños. Somos como una familia que progresó en
bienes, pero también limitó el número de sus hijos.
Parece
increíble. Pronto sobrarán escuelas, jardines infantiles; tendremos exceso de
profesores. En algunos años, también habrá demasiadas universidades. Faltarán
asilos de ancianos, geriatras, farmacias. Hay que empezar a cambiar las
prioridades. ¡Que viva la modernidad!
¿Qué país
estamos construyendo? ¿Hemos cambiado niños por computadores? ¿Es esto el costo
que hay que pagar por el progreso de la mujer en el trabajo profesional? Me
parece monstruoso. ¿Alguien se da cuenta de lo que hemos hecho? Cinco estadios
nacionales repletos de pequeños chilenos que debieran existir, pero que no
existen.
Se nos ha
perdido medio millón de niños. Me parece mucho más grave que los millones de
pesos que se esfumaron de la CORFO, mucho más dañino e irreparable a largo
plazo. Creo que la contraloría debería iniciar un sumario, el Consejo de
Defensa del Estado hacerse parte, alguien explicar en que jarrón se esconde.
Quizá todavía aparezcan; tal vez están en algún archivador del INE, en el
escritorio de algún operador; quizá fueron misteriosamente endosados y
transitan por el mercado de capitales;
tal vez un e-mail secreto nos devele la verdad. Todo puede ser en el Chile de
hoy.
¿Dónde
están estos niños? Lo probable es que se perdieron en un mar de
anticonceptivos, de abortos, en miles de cópulas de “sexo seguro”, o peor aún,
en el aislamiento y la soledad de la modernidad. Para los optimistas, quizás se
salvaron de una vida miserable o tal vez juegan en alguna plaza misteriosa. Lo
que sé es que, sin ellos, somos un país menos esperanzador, menos alegre, menos
inocente, y sin duda somos más viejos, escépticos y tristes. En términos de niños,
somos definitivamente más pobres.
Al terminar esta nota, me he acercado a la cama de mi
hijo para observarlo dormir. No cambio esta felicidad por el progreso.
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