martes, 9 de octubre de 2012

LA CULTURA QUILTRA


Anoche tuve un sueño, donde me transformaba en un quiltro. Fue algo tan profundo que me he quedado con la sensación de haber encontrado un sentido profundo de mi ser.



Ser quiltro: es tener la riqueza del despojo, es tener la templaza de la serenidad, es ser dócil por necesitar amor, es no pedir nada y darlo todo, es tener la sabiduría de no esperar nada de nadie, ser leal con el que te tiende la mano y es querer por todas las cosas la libertad.

Hace unos días dos quiltros: "El Mero" y "El Jonas". Este último en el intento de cruzar la Costanera Norte se lanzó a la carretera siendo alcanzado por un vehículo.

Jonas, corrió a ver a su amigo y convirtiéndose en símbolo de la nobleza, en un modelo digno y admirable de imitar, arriesgó su vida sin pensar en la propia para arrastrar a su maltrecho amigo hasta un lugar seguro de la berma.

Al instante llegaron los encargados de seguridad de la autopista, ante la mirada atónita de "El Jonas" que yacía en estado agónico e inconsciente con el velo de la muerte sobre él. Mientras su amigo convertiría en uno de los mártires mas insignificantes del mundo, victima de la ignorancia pero que dio fama a un pequeño héroe, noble y valiente espejo de las mejores cualidades de un quiltro.

Pero también ser quiltro puede ser una forma de sobrevivencia, que nos refleja como sociedad. Nos representa como producto total del descuido y la informalidad. Es la cancha de fútbol mal hecha. Es la chaqueta que le falta un botón. Es la pata coja de la mesa en el “restoran”. Es la necesidad imperiosa de colarse en el transantiago.

Ser quiltro es la esencia de ser criado y luego que nos arreglemos como podamos solos. Es deambular por la calle con la impronta del discurso embrutecido actual de los jóvenes que no encuentran pega.

Ser quiltro es ser un emprendedor por necesidad porque se quedó fuera de una sociedad injusta y saturada. A pesar de ser perro no tiene raza ni menos partido político, ni pititos. Es un producto de la saturación del mercado de perros con correa, ni siquiera aprender a hacer gracias le sirve para vivir decentemente, tampoco heredó bienes de su familia; es un hijo ilegítimo sin derechos, vive en la calle pero es feliz. Muere en la miseria sin necesidad de estar en una AFP, cuando gruñe o ladra de hambre lo apalea, se le asesina o se le bota lejos. Las leyes que se crean son para los perros de raza, no para quiltros malolientes.

Como es un animalito, desde el Estado se decide sobre su natalidad o si conviene la eutanasia. Mientras algunos hipócritas hacen defensas histéricas de sus poco representativas e integristas creencias. Son los mismos que sacan a sus mascotas de su naturaleza biológica creando angelitos asexuados con el pirulín de adorno.

El problema de los quiltros callejeros vamos a eliminarlo cuando cambiemos muchas otras cosas propias de nuestra chilenidad: sentimientos de superioridad de unos sobre otros, impuntualidad, astucias y pillerías, feísmo, pacatería, abusos de poder, picantería arribismo, complejos sexuales, irresponsabilidad y otras características nacionales asociadas a nuestro subdesarrollo molecular. En fin, el problema de la quiltrería ambulante se solucionará con "educación".

Tristemente, el perro es sólo un animal. La integridad física de una sola persona debería ser más importante que la vida de todos esos pobres quiltros que deambulan por el país.

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