(Entrevista realizada, a Claudio Pueller, durante 2007 para la Revista virtual
Art-senico.cl)
A: ¿Cómo te defines, cómo
un creador, un teórico, un director, todas las anteriores y por qué?
C.P.: Puedo decir que soy
un estudioso de experiencias de vida… de la mía y la de otros. Cuando salí de
la escuela salí como actor, sin embargo quería dirigir. En ese momento me decía
“no puedo vivir sin el teatro”.
Después,
con el tiempo me decía: “puedo vivir la mitad del tiempo sin el teatro y en la
otra mitad haciendo otras cosas como el amor, buscando el asombro y la aventura
inútiles. Y sin darme cuenta, circunstancias de la vida me fueron dejando sólo
con el asombro y aventura. Pero no es tan así, porque en la medida en que uno
se va metiendo en otros temas como la gestión o la investigación, la teoría y
la docencia, el teatro se va adentrando más aún en las entrañas, principalmente
con la docencia. Cuando tienes que preparar una clase, por ejemplo, o escribir
un documento; usas todo lo que te ha enseñado el teatro: imágenes detonantes,
desarrollo creativo, la coherencia, la
articulación y la concreción. En definitiva
te das cuenta que el teatro se aplica de muchas maneras. Por mi parte,
si bien no he estado en la escena propiamente tal, por problemas personales
estos últimos, he aprendido más que nunca los misterios de este arte.
Cuando
hago clases, siento que vuelo hacia dimensiones desconocidas, y mis alumnos son
mis cómplices. Mientras no haya complicidad y lazos de afecto con los alumnos,
creo que no hay aprendizaje. Por eso que en muchas oportunidades, con mis
alumnos hemos estrechamos lazos profundos de amistad y generosidad. En este
proceso he constatado que el ser actor, hoy en día, es una forma de hacer
cultura, pero más que nada es una manera de vivir, es lo que el maestro Fidel
Sepúlveda denominaba como Arte-Vida. Cuando uno entiende esta dimensión del
arte, comprende también que el teatro es subversión. Pueden pasar los estilos,
los éxitos, las modas, pero no el Arte-Vida, porque siempre es contingente y
atingente con el ser humano y sus preocupaciones.
Por
ejemplo el maestro Alberto Kurapel, importante hombre de teatro, puede estar
aparentemente, fuera de la escena en general, pero sin embargo es un farol para
quienes hemos sido sus alumnos. Como él hay muchos maestros de experiencias de
vida que enseñan el oficio de pensar, vivir y ser consecuente.
A: ¿De qué habla Claudio Pueller en
sus trabajos actuales?
C. P.: Hay un tema que me
deja da vueltas y que tiene que ver con mi forma de ser, que es la búsqueda de
afecto. Tal vez por eso me impactó tanto la frase que Patricio Guzmán en el
documental “Allende” cuando dice que el gobierno de Unidad Popular era una
sociedad amorosa. Yo vengo de un movimiento muy político, fui presidente del
Centro de alumno de teatro de la Universidad Católica perteneciendo a las
juventudes comunistas. En ese momento era muy claro por qué hacer teatro, era
un teatro revolucionario porque había que botar a Pinochet, por eso era
orgánico, vital y con sentido. Hoy en día la revolución no es tan clara. Ramón
Griffero en un momento hablaba de la perdida de dramaticidad de la escena de
los 90 por la búsqueda de consensos. Es decir, se evitaban los conflictos en
pos del beneficio de unos pocos. Por lo tanto me comencé a preguntar cuales son
mis temas hoy en día. En la década del 80 fue la búsqueda la identidad, cosa
que continúa vigente pero no como un concepto antropológico y sino como una
idea educativa. Creo que hablar de educación hoy es revolucionario. Por ejemplo
les digo a mis alumnos “el gran tema en la educación hoy por hoy es descubrir
como ser feliz”. En este sentido nuestra
sociedad está viviendo una depresión angustiosa, brutal y dolorosa. Finalmente
este es un problema que no se resuelve con terapias, ni con Ritalin o con Tegretal
y todos esos remedios que se tomamos para estar parados. Hoy en día hay que
enseñar a ser padres, a tener convivencia saludable, a comer sano y a respirar
aire limpio.
Por
ejemplo, monté con mis alumnos del magíster en dirección teatral un trabajo
sobre la Anorexia
y la Bulimia ,
un tema que aparentemente se enmarca en la salud, pero finalmente tiene que ver
con el fracaso, con el miedo al vacío y la infelicidad. Y lo más increíble es que
este un problema, que se ubica principalmente de el segmento ABC 1, por eso me
parece interesante. Cada día aparecen vez más testimonios sobre la infelicidad
y la comida. Esta es otra de las mutaciones que ha producido la búsqueda de
identidad de nuestro tiempo.
A: ¿Por qué te atrae hacer teatro en lugares no tradicionales?
C.
P.: La verdad, es que no es una cosa muy simple. Los espacios tradicionales
siempre han estado un poco ligados al teatro comercial, en el que nunca he tenido
buenas satisfacciones. Me ha sido ingrato. Tal vez porque siento que el hacer
teatro comercial también implica hacer concesiones y eso me produce dolor. Inviertes
lo que no tienes en pos de sueños prestados. Hay un tema con los vínculos también.
He trabajado con muchos actores mediáticos con los cuales establecí vínculos
fugaces. Para mi el teatro tienen que establecer vínculos profundos. Si no
establezco relaciones reales con la gente, de amor y de afecto, creo que no
tiene mucho sentido hacer teatro. Y creo que en el teatro comercial no hay
vínculos, los únicos que se establecen son comerciales. Tampoco es malo que
existan, pero no es lo mío. Por eso cada día asocio el teatro a los amigos. Álvaro
Pacull, Eduardo Jiménez, Domingo Colicoi, Guillermo Ganga, María Elena
Duvauchelle, Bartolomé Silva, Toño Sepúlveda, Pato Solovera, Jorge
Springinsfel, Sergio Cornejo, en fin.
Creo
que el teatro hoy en día tiene que ver con hacer amistad, porque es parte de la
vida que se prolonga en el escenario. Por eso son importantes los espacios son
informales. Donde se producen los encuentros (esperados e inesperados) con los
amigos: galpones, cafés, tertulias, plazas, ferias, rincones, etc.
Cuando
llamo a un actor o una actriz, busco gente con talento, pero que principalmente
esté dispuesto a asombro y la convivencia sin egos y mezquindades.
A: ¿Qué
has podido reflexionar sobre la identidad latinoamericana?
C.
P. Durante un buen tiempo estuve metido en ese tema, hoy día un poco más
alejado, o tal vez mirándolo de una perspectiva más renovada. El ser
latinoamericano, y más precisamente chileno, tiene que ver con darse cuenta que
somos una cultura fragmentada. Hay dos miradas al respecto. Una es ser producto
una civilización originaria que no alcanzó a consolidarse por la irrupción de
la llegada de los españoles, por lo tanto es una cultura que no se pudo desarrollar. Somos producto de
algo que no fue. Somos el “no fue”. Y hoy somos la realidad de algo que nunca se consolida. Es
terrible, es como que estas a punto de hacer el amor y no puede acabar. Por
ejemplo “La Negra Ester”, el Tío Roberto Parra siempre tuvo a su lado a la
Negra y cuando ella le decía “vente a vivir conmigo” él la dejaba, y nunca
volvía. Cuando el Tío quiso volver estaba ella casada. O sea nunca pudo
consumar el amor. Otro ejemplo “El Herrero y la Muerte” (obra que dirigí hace unos años en
Teatro Antonio Varas) habla de una persona a quien Dios le dan a elegir tres
deseos y él pide: saber una hora antes de morir, detener a la muerte en cualquier
lugar y ganar en el juego. San Pedro le dice: “pide el cielo eterno, pide la
estabilidad”. Él no lo hace. Cuando lo
quiere pedir, ya es tarde.
Hay
muchas manifestaciones como esta en nuestro entorno porque somos una identidad
fracasada. Me da la impresión que por eso somos malos para la pelota. Nunca se
ha ganado nada porque está en la mente de los jugadores está el fracaso.
La
otra mirada de nuestra identidad es que somos una cultura que siempre se busca
y nunca se encuentra, en el fondo encuentro y desencuentro. Uno cree entender
algo y finalmente no lo es. Es como el error como forma de búsqueda. Por eso me
parece que somos muy improvisadores. Tenemos habilidad en la improvisación.
Tenemos habilidad para solucionar problemas muy rápidamente y con pocos elementos.
A.: Eres
subdirector ejecutivo de Balmaceda Arte Joven ¿cómo ves a Balmaceda en este
momento?
A:
A partir de la democracia las instituciones como la Universidad, Fondos y el
mismo Balmaceda toman un rol importante en la estructura del arte. Durante los
noventa hay una explosión de alcance por llevar la cultura. Pero a partir del
2000 se empieza a sentir la necesidad de reinventarla. Por ejemplo las
universidades no se están haciendo cargo de toda la gente que sale, no hay
campo laboral y se crean más actores para ser garzones y se está ganando plata
con esto. ¿Qué puedes comentar?
C.
P.: Es una trampa que tiene que ver con la expansión del mercado. El libre
mercado dice que mientras más necesidades se creen en la gente, habrá más
consumidores. Esta ha sido la trampa en el arte, por eso hoy en Chile tenemos
más de 40 escuelas de teatro. No necesariamente con más escuela de teatro va
haber más arte o más campo laboral para los actores. Esto es pan para hoy y
hambre para mañana. No siempre la cantidad está asociada a la calidad.
Necesitamos instalar procesos. En este sentido creo que los eventos de las
fiestas de la cultura, que en algún momentos tuvieron sentido, hoy no lo tienen
en la medida que no están asociados a iniciativas de formación de públicos. Se
hicieron muchas cifras de público, pero ¿para qué?...
Creo que hoy es el
momento de hacer una implosión, a nivel cultural. Ir hacia dentro para remirar
todo. Creo que Balmaceda no es la única institución cultural que está en esto.
Como tú dices, las universidades tienen que hacerse cargo de lo que están
sembrando. Falta reflexión. Estos proyectos de página web y el Clownstro en el
que tú participas son súper importantes porque tienden a crear movimientos
culturales en red. Por otro lado creo que las universidades que tienen carreras
artísticas son las llamadas a reflexionar en un trabajo a largo plazo. Y acá
hay una cuestión muy importante: deben ser los artistas quienes deben aprender
a hacer reflexiones, que no hagan más este trabajo los sociólogos. Ya
aprendimos de ellos, ahora tienen que hacerlo los artistas, para eso debemos
formarnos, cosa que no es fácil. Yo creo que hacer teoría hoy día es muy
difícil, cuesta mucho porque no fuiste formado para eso, pero hay que hacerlo.
Lo
que ustedes están haciendo con este proyecto virtual es hacerse cargo de algo
que nadie está haciendo. En esta línea me perece notable el esfuerzo que hace
Alfredo Castro con su nuevo Centro de Investigación en su teatro La Memoria,
las publicaciones de la Universidad Finis Térrea, los conversatorios de la escuela
de teatro de la Universidad. Del Desarrollo que organiza Pacull y los Coloquios
que realiza el Magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile. Estos
son importantes referentes. Quizás cuántos otros intentos desconocidos existen,
todos pequeños granitos de arena, que si se juntan crearán un gran movimiento
cultural.
Volviendo
al tema de las políticas culturales, pienso que hay una diferencia entre hacer
gestión cultural y hacer producción artística, estos conceptos muchas veces se
mencionan como sinónimos. La gestión cultural es una política en red que tiene
detrás una misión y una mirada en relación al entorno del país, que a su vez
contiene producciones artísticas, eventos, investigaciones, estudios y otros.
En esto los creadores tienen mucho que decir, porque conocen la “cocinería” de
la cultura. Yo siempre le digo a mis alumnos: “desde que tú sales en metro y
ves un afiche, entras a la sala de teatro, te atiende el boletero, te ubican en
el asiento, presencias el espectáculo, todo tendría que estar en relación con
el total.
A:
Balmaceda, sin querer, se convirtió en un semillero de actores, directores,
dramaturgos… ¿con qué ojos miras la creciente demanda por estudiar teatro?
C.
P. Llegan los jóvenes a Balmaceda motivados por la moda de hacer teatro,
principalmente por la televisión. Pero también llegan motivados por otra cosa,
que es la necesidad de estar entre tus iguales compartiendo un pensamiento y
realizando proyectos comunes. Esto último es lo que nos interesa en Balmaceda.
Creo que las expresiones artísticas son por definición espacios de
encuentros. Muchas veces las agrupaciones teatrales son las verdaderas
familias de los artistas. Sin quieres los actores y las actrices buscan que los
quieran. Esto lo veo en los alumnos. Basta que les pregunte un día en una
clase: “¿Y tu mamá todavía está enferma?”. Basta este gesto para conectarse con
él en otra dimensión. Esto es parte de la implosión que hablaba hace un rato.
Hay que volver a mirarse por dentro. En el año sesenta, las compañías eran
verdaderas familias conectadas en redes que operaban en los teatros, en los
bares, en los festivales y en las tertulias. El desaparecido bar “Il Bosco” o
el “Parrón” han sido mudos testigos de la cultura de la solidaridad. La
sociedad amorosa de los años sesenta. Es tal vez lo que los jóvenes hoy en día
desean recuperar. Me llama la atención cuando asisto al teatro. Por ejemplo la
Rosa Ramírez con el Circo Teatro en la calle Vicuña Mackenna, espacio que hoy
se está perdiendo, logró crear una familia. Tras sus espectáculos hay todo un
cuento muy hermoso, un legado de Andrés Pérez. En muchos montajes juveniles se
crean círculos en el que ronda mucha gente Este es un tema impresionante.
Es la recuperación de la verdadera función del teatro.
A:
¿Cómo ves la producción artística capitalina? ¿Has visto obras, qué te parecen
los lenguajes? ¿Qué te seduce? ¿A qué estás atento?
C.
P.: Me parece que la cartelera santiaguina es mentirosa, hay cientos de
montajes por año, pero no hay compañías. El fenómeno es que se estrena una obra
y al mes siguiente desaparece. La gran mayoría son productos de jóvenes que
egresan de las escuelas de teatro, hacen un esfuerzo económico y después ya no
vuelven nunca. Por lo tanto hay pocas compañías que existen como proceso. El
Circo del Mundo, La Puerta y La María son casi una excepción. En cuanto a las
propuestas propiamente tal, hay trabajos notables que han resemantizado el
bombardeo dramatúrgico europeo con improntas propias. Son notables los trabajos
de Alexis Moreno, Rodrigo Pérez, Guillermo Calderón, Luís Ureta, Francisca
Bernardi, Manuela Infante, entre otros. Si en un momento hubo una erupción de
autores, ahora es el momento de los directores, que están haciendo cosas muy
interesantes.
A:
¿Qué opinas del Fondart?
C.
P.: El Fondart ha vivido varios procesos, el más importante es que instaló en
los creadores la manera de pensar ordenadamente, se nos enseñó, sin querer, a
hacer proyectos. Se dice que un número importante de proyectos que no se gana
se hacen igual. Sin embargo es preocupante que hoy tenga más importancia la
evaluación técnica que la innovación o la investigación. El fantasma del mal
uso de la plata ha ido obligando a tecnificar las postulaciones. Describes el
proyecto creativo en dos páginas y el resto son puros papeles de presupuestos y
cartas de apoyo.
A:
En vista de que son muy pocos los proyectos financiables es necesario
reinventar el Fondart.
C.
P.: Si, hay un problema con la estructura del FONDART, que está conformado por
muy poca gente, que no dan abasto para tantas demandas. La gran mayoría es
gente pasante, los jurados y los evaluadores. Hay que ver cómo responder a las
verdaderas demandas del momento actual que no son las mismas de hace diez años
atrás. Me preocupa se diga que pasó el tiempo del apoyo a la creación para
pasar al momento del apoyo a la difusión. Pienso que se están separando dos
cosas que deberían estar íntimamente ligadas. Creación y audiencias.
A: Este año se dio la
coincidencia de que los resultados se entregaron para el día del teatro, y
mucha gente que no ganó quedó con la sensación de que ¡qué día del teatro!
C. P.: A mí me ha tocado evaluar en tres oportunidades ser jurado de FONDART. En un proceso tan técnico que no permite irregularidades. Sin embargo es un sistema perverso, principalmente por el volumen de proyectos, que son anualmente más de 600 o 700 creaciones y es tan poco dinero.
A: Pero si a mi me toca
evaluar y me tocan proyectos de gente que conozco y se como trabajan mi
subjetividad va a partir de ahí. No se le puede pedir a un jurado que no ocupe
su subjetividad al momento de evaluar porque no es técnica. Si tú sabes que el tal
actor o actriz no son buenos, evidentemente va a ser un punto, o lo otro es que
vas a decir que el proyecto de él es muy bueno si sabes cómo trabaja.
Evidentemente no le llegará una carta al jurado donde diga que este tiene
que ganar, pero si eligen ciertos jurados es para que apelen a la subjetividad
también. No lo encuentro malo, pero es perverso en el sentido de que se sigue
alimentando una elite y no se abre.
C. P.: Cuando eres jurado
todos los proyectos te ponen en crisis, por eso es una gran responsabilidad la
evaluación, porque se entiende que tras una propuesta hay un grupo de
sensibilidades humanas. En una oportunidad me tocó evaluar junto con Abel
Carrizo y Benjamín Galemiri, aunque fue mucho el volumen de proyecto nos dimos
la titánica tarea de revisar más de 300 proyectos. A veces en algunos jurados
se ha dado la tendencia de priorizar proyectos en los nuevos talentos pero a
veces se les ha pasa la mano. Hay como una moda de lo emergente. Está bien.
Cuando te empiezas a poner viejo te vas dando cuenta que esto es injusto.
A mi me encanta trabajar con jóvenes, pero también me gusta trabajar con
viejos. Estos cruces son fantásticos.
A:
¿Qué opinas del Festival Nacional de Dramaturgia?
C.
P.: El otro día escuche que este proyecto estaba en crisis porque no están
llegan buenos proyectos dramatúrgicos. No puedo creer que a los
dramaturgos se les haya acabado la creatividad. Si no postula Benito
Escobar, ni Cristián Figueroa, ni Marcelo Sánchez Lucía de la Maza o Manuela
Infante y tantos otros autores, es porque no hay incentivos, hace falta una
zanahoria, algo que los motive a postular.
A:
Qué nos recomiendas para leer, escuchar, ver cine, algún texto, obra.
C.
P.: En teatro les propongo ver la obra “Neva” de Guillermo Calderón, una
interesante propuesta de dirección y de muy buenas actuaciones. En cine
propongo la película Hard Candy del Director
David Slade, un film crudo de buenas actuaciones. En literatura
acabo de leer el libro “Cómo leer y por qué” de Harold Bloom un interesante
texto sobre los fundamentos de la lectura.
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